Internal debate
A todos mis queridos amigos:
Esto si que se a puesto interesante. Ahora estoy en Córdoba y sin biblioteca ( lo que para mi suele ser complicado porque no siempre recuerdo bien todo) pero con mucho entusiasmo por este pequeño debate interno.
Un poco por el hábito aristotélico de catalogar el desorden y otro poco por el vicio profesional forense no puedo sino empezar por la determinación de una agenda para entendernos.
En esa agenda me parece que se nos impone dejar en claro la matriz de nuestras averiguaciones históricas. Este es el primer problema porque no solo se trata de determinar sucesos y ponerlos en orden de secuencia con arreglo a los registros que hacen a la veracidad de los eventos puntuales. Esta historia ya se hizo y ya sabemos a donde ha llegado; o, mejor dicho, a donde ha impedido que llegara la inteligibilidad del conjunto de la vida social que nos acosa como un desafio de supervivencia.
Ni siquiera voy a discutir esto. Ya en nuestro escrito programático damos cuenta de las fallas tremendas de la doxografìa histórica. Un solo ejemplo puede servir para refrescar la memoria: el famoso misterio de Guayaquil [entrevista entre San Martín y Bolívar]. Se ha gastado tanta tinta para hablar de lo accesorio y para aventurarse en lo inescrutable que no se ha visto el horizonte de los antagonismos y de las alternativas dentro del marco del estado de guerra y disolución en el que se insertan los dispositivos y los actos ostensible cuyos registros dan una información màs que abundante para reconstruir la trama en la que se inscribe aquella entrevista. Desde luego, el que cree que faltan piezas y que solo cabe la conjetura ante lo inescrutable de la entrevista está en la misma posición de Anito, Meleto y Licón frente a la revelación de Querefonte. ¿Sócrates era el más sabio de los hombres como habría sostenido el Oráculo de Delfos? los atenienses no supieron responder y del mismo modo tampoco saben responder nuestros doxógrafos del pasado al enigma de Guayaquil y por extensión al enigma de la historia de la crisis del estado-nación. Y así como Platón no se resignó a la falta de respuesta y ha dejado en su Apología la clave de inteligibilidad de aquel singular problema que signa toda la historia de la filosofía, del mismo modo cabe afrontar nuestro actual problema de inteligibilidad de la secuencia histórica que arranca de la crisis del estado-nación y que en el variado itinerarios de cursos metanastásicos desemboca hoy en nuestro actual escenario de incertidumbre que toma la forma de esa curiosa telaraña que es de momento el Estado Homogéneo Universal (EHU) en el que convergen las tendencias urbanas extendidas, el capitalismo mercantil globalizado, el encuadramiento social en clases económicas y una curiosa mezcla de fideismo impulsivo, funcionalizado en una indiscutible adaptación secularizada en la que instrumentaliza la técnica y se la pone al servicio de cualquier cosa, ya fuere la de excitar los sentidos o la de disciplinar cualquier fanatismo.
Tenemos entonces, al parecer los espacios ad-quo y ad-quem de un vasto conglomerado de interacciones sociales cuyo lapso completo presenta tanto variedades irreductibles a una determinación común como superposiciones que complica aun màs la inteligibilidad posible.
Pero ¿será suficiente aquella demarcación ad-quo/ad-quem para considerar bien formulado nuestro problema? Creo sinceramente que no. Algo mas aparece en las observaciones anteriores: la insuficiencia teórica que torna ineficaz a la doxografía histórica.
No obstante, incluso con ese agregado nuestro problema parece continuar incompleto. ¿Como se conectan las matanastasis con los imaginarios instituyentes? ¿Cual es el rol y las funciones de las symmakhïas? ¿Cales son las caracteristicas de la obligaciön polîtica y cual su relación con los estaus activo; pasivo; positivo y negativo de Jellinek? ¿Cual es la relación concreta entre las symmakhías y los staatfragmentes? ¿Que categorética falta desarrollar? ¿Como se articula y enlaza la dominación con el derecho del más fuerte?
Estas son solo algunas preguntas. Y respecto de la última quisiera señalar un detalle que quizá no quedó del todo claro. Cuando me refiero al colapso del modelo homérico del derecho del más fuerte en el episodio narrado por Tucídides en los capítulos 84-116 del libro V de su Historia y que se conoce como Diálogo de los Atenienses y los Melios (o Diálogo de Melos), lo que menciono está examinado en detalle en mi tratado El Derecho y la Justicia del Más Fuerte. Aquí voy a hacer un resumen bastante sinóptico. El modelo homérico de derecho del más fuerte se fundó en tres presupuestos: 1) Supremacía material fundada en el mayor poder armado de un contingente; 2) Obediencia impuesta por la imposibilidad de resistencia efectiva; 3) disposición normativa inordinada en el marco del estatus positivo de Jellinek (posiciones orientadas por el marco común de adaptación a las reglas transferidas por la autoridad al conjunto sin reciprocidad o si se quiere derecho público subjetivo restringido a los detentadores de mando efectivo). Este modelo colapsa cuando el sujeto de la obligación política prefiere el exterminio a la obediencia bajo el imperio del que detenta la fuerza material suficiente para doblegar. Ese es el caso de los Melios. Su exterminio hace colapsar el edificio argumentativo y fija el límite de posibilidades del modelo homérico. Frente a esto van a emerger las respuestas más complejas primero de Trasímaco y luego de Calicles que es la culminación de la teoría del derecho del más fuerte, lo que es ya otra historia que se cuenta completa por primera vez en mi libro El Derecho y la Justicia del Más Fuerte.
Volviendo a lo nuestro lo que he tratado de decir, al sostener que se reproduce el modelo homérico en el mundo moderno, se orienta a señalar que en numerosos casos el uso o la implantación de la ley del más fuerte se ajusta al modelo homérico y no al modelos de Trasímaco o de Calicles. Un caso típico es el del colonialismo moderno. Si uno examina con cuidado el famoso debate de Valladolid lo que se encuentra bajo la fraseología en la que se discute la pertinencia de considerar o no esclavos por naturaleza a los habitantes originarios de América, no es otra cosa que la determinaciòn de usar el poder material de sometimiento originado en la superioridad armada del europeo que era el factor que inordinaba y funcionalizaba la obligación polìtica de los sometidos. Esto es claro porque en ese debate la dominación se presupone y en ningún lugar se habla ni de la conveniencia (que es el presupuesto de Trasímaco) ni la impronta dominadora (que es el presupuesto de Calicles).
Al parecer me he ido demasiado lejos de la historia de los imperios pero solo con el propósito de ordenar nuestra provisoria discusión interna. Creo que estamos en un punto en el cual este es el debate que va a destrabar el trabajo y va a permitir avanzar.
Un gran abrazo para todos.
Joaquín
Perdón si intervengo tardíamente. Me parece que la consideración "derecho" del más fuerte no debería excluir la ideología aunque -como concepto- ésta haya sido esbozada mucho más tarde. Vista la situación desde hoy, la confusión podría originarse en la actitud subjetiva con que el más fuerte ejercía su dominio: la religión, los mitos, funcionaban como legitimadores de la expansión del más fuerte.
La incertidumbre a que se refiere Joaquín tal vez sea así para nosotros, en el sentido de que las actitudes también eran naturalmente equívocas. Un esquema es herramienta útil al conocimiento, pero sin omitir que la realidad se da mezclada.
Aquí, se me ocurre que una de las razones de la transcendencia de Hobbes, es que, como cuenta Strauss, Hobbes ideologizó el derecho natural, cito: "Hobbes no parte -como hacía la gran tradición- de la "ley" natural, es decir, de un orden objetivo, sino del "derecho" natural, es decir, de una demanda subjetiva absolutamente justificada que, lejos de depender de una ley, un orden o una obligación previos, es ella misma el origen de toda ley, orden u obligación..." (pág. 10, La filosofía política de Hobbes, Strauss, FCE, 2006, Bs.AS.) (la negrita es mía).
Ahí se ve, pienso, que este derecho subjetivo, encuentra su justificación absoluta ¿única? en la fuerza (como la espada de Alejandro cortando el nudo); de lo contrario, llamar absoluta a una justificación sería una petición de principios, siendo que ésta existe para apagar alguna oposición; la cual nunca es meramente material. Lo contrario, sería una historia sin lucha. De todos modos, ni la paz de los cementerios podría dejar de ser paradójica como el exterminio de los varones Melios por los atenienses y la absorción de las mujeres, que cuenta Joaquín en su trabajo; y la incertidumbre traída a cuento por él reflejaría, no los hechos, sino la incompletud de nuestro saber, también la imposibiliad de certeza. Como trata Riccardo Cappa en "El estupor de Epicuro. Ensayo Sobre Erwin Schrodinger" (Alianza ensayo), la actividad del investigador también altera el campo observado. Habría que ver si, como dice Joaquín, el derecho del más fuerte colapsó argumentativamente en la realidad de aquel entonces o si no es así visto desde nuestro saber, especie de aprés-coup anticipado. Tal vez ese colapso es una explosión retardada cuyos efectos están todavía viajando hacia nosotros por lo bajo, como deseo humano pendiente de consumación. Una especie de big-bang generador del mundo por venir, con efecto retardado y retroactivo. Abrazo. Carlos Tobal
Eduardo
Si, Joaquín tiene razón en su consideración en cuanto al monopolio de la fuerza de todos los imperios. Y en ese sentido, la sabiduría y la voluntad de poder no se han entendido del todo. En pocas, los sabios no ocupan posiciones de hegemonía en esas estructuras aunque si muchos gobernantes se esmeran en vincularse a los scholars. Yo en particular, no vincularía a la ilustración con los estados Nación, la ilustración es hijastra de la monarquía y el derecho natural no tanto de la lógica legal racional. Ahí haría un corte, si es que los Estados Nación pueden ser considerados Imperios (ya que su organización es Republicana y no existe la figura del Emperador que es la que determina la línea de un Imperio).... De hecho Pagden lo ilustrado bien, cada uno entiende los imperios de diferentes formas, es interesante no solo comprender el pensamiento ruso sino los factores sociales que han conformado ese pensamiento. Mas puntualmente, yo en este caso estoy del lado de Joaquin.. pero no puedo dejar de reconocer que el pensamiento (inteligentsia) como marcador de diferencia es funcional también a los imperios...
por ahí creo para ordenarnos un mapa conceptual con indicadores pueden llegar a dirimir la cuestión de un lado y del otro, un abrazo.
Maximiliano Korstanje
Eduardo
No lo entiendo. Quizá el concepto de ilustración resulte de aplicación equívoca. O también resulte equívoca la referencia a los más sabios. Las expansiones y el establecimiento de dominios coloniales nunca establecieron sistemas de obediencia por el reconocimiento sino más bien por el sometimiento fundado en el control edificado por medio de un poder armado. Desde Homero hasta ahora esa dominación se ha ejecutado bajo la matriz homérica del derecho del más fuerte que colapsa argumentativamente en el diálogo de los atenienses y los melios. Los estados-naciones del mundo moderno no edificaron la dominación colonial bajo otro sistema y no fue la ilustración un marco de justificación sino un espacio de incertidumbre similar al laberinto de Teseo. Quizá haya que separar la sabiduría del conocimiento y relacionar esta con el nivel de desarrollo científico-técnico pero aun así la implementación de la dominación que permitió edificar el dispositivo colonial moderno no se transmitió a la obligación política. Y es en el horizonte de las diversas modalidades de ejecución de la obligación política en el que se pone de manifiesto el nexo de dominación.
Te repito : quizá no entendí bien a los rusos pero no puedo ver de otra forma el asunto.
Joaquín E. Meabe
Eduardo:
Acabo de recibir *In search of a New Imperial History* y solo he podido
darle una rápida lectura porque estoy saliendo para Córdoba ahora.
Pero tengo algunas cosas que anotar. Ante todo veo que el artículo se
inscribe en la línea de Gibbon y de Pocock y también de Koselleck lo que es
muy importante. Ahora bien no veo que la categoría de imperio tenga el
valor estratégico que le asignan los autores. De hecho ellos mismo tiene
algunos reparos (is possible, and the very undertaking is absurd); pero no voy
por esos reparos. La cuestión puede verse como un instrumento de una nueva
aproximación que tiene seguramente mucho valor para zonas como las del ex
imperio soviético que se ha descompuesto en un rosario de repúblicas de
conflictiva relación tributaria con Rusia. Pero conviene separar, al menos
para mi, lo principal de lo accesorio. Y en esto lo principal es la
dominación y lo accesorio es la institucionalización de esa dominación.
Desde la perspectiva de la dominación en la modernidad la matriz es siempre
estatal y por eso la noción de balance de poder es crucial porque ya no hay
espacio para las expansiones como las ligas griegas del mundo clásico, o
los imperios helenísticos o el Imperio Romano. Por eso hay que tener cuidado
cuando se usa el concepto de imperio en el contexto del espacio moderno
finito y demarcado. El imperio británico no es ni ha sido nunca algo
parecido al Imperio romano. Ni siquiera el Imperio Absolutista Hispánico es
isomorfo del Imperio Romano. Pero si es isomorfo del Imperio Romano el
Mongol, porque ambos tenía un horizonte de expansión ilimitada del poder y
del territorio. En rigor El llamado Imperio Británico es un estado nacional
sobrextendido o ampliado con tributarios y staatsfragmentes dependientes
que giran en su orbita con poder nudo o vacío, porque el poder es
estrictamente británico o inglés. Y lo mismo cabe decir del llamado imperio
soviético que era en realidad un estado inestable: la URRS.
El problema consiste entonces en ver (o tratar de ver) a donde llevan las
matrices de inteligibilidad histórica edificadas sobre categorías
accesorias como imperio. Creo que hay que mirar debajo de la categoría de
imperio y ver los hechos en los que se articulan los casos. Y debajo el poder
siempre es poder estatal desde el siglo XIV y hasta el siglo XX cuando
occidente se encamina por vía de la universalización de la economía capitalista
de mercado hacia un estado homogéneo universal (EHU), que no es
unidimensional como creía con simplicidad burda Marcuse cuando destacaba la convergencia de las sociedades industriales socialistas y capítalistas. En ese
punto la desintegración de la URRS no es la desintegración de un imperio sino
la de un estado inestable cuya matriz era el núcleo ruso de dominación que es el
que ha sobrevivido.
No veo como conciliar la noción de balance de poder con la categoría de
imperio sin pulverizar la matriz de dominación que opera como factor
funcional y como determinante de los imaginarios instituyentes. Es cierto
que la noción de imperio ha sido usada ( y se ha abusado de ella en la
terminología y las verbalizaciones de la moderna ciencia política) pero la
cuestión pasa por el valor y la inserción de esa noción dentro de un
dispositivo teórico de inteligibilidad histórica. Y me temo que al dar
relevancia a esta categoría estamos segando la inteligibilidad hacia lo
contingente y lo ocasional: puede tener valor descriptivo y aproximativo
hablar del imperio soviético en relación al conflicto oriente occidente de
la época de la guerra fría pero eso no hace más que ocultar el hecho de que
el conflicto estaba antagonizado por dos estados de diferente solvencia
constitutiva y donde uno había desarrollado posibilidades de continuidad
(EEUU) y el otro solo ofrecía posibilidades estásicas reprimidas (URSS).
Aquí se ve que la categoría de imperio es poco apta para entender las
direcciones de los hechos principales y el que ha localizado su anclaje
en esa perspectiva de golpe creyó que se caía el mundo cuando cayó el
muro de Berlín.
Los autores se preguntan si imperio es una categoría histórica o un
concepto analítico y allí solo veo una pregunta mal formulada. Tampoco es
una metáfora de heterogeneidad que se coloca por encima de los hechos.
En fin, se que esta ha sido una lectura muy rápida y que el trabajo es muy
interesante y erudito y que además conecta con la temática de Pocock que es
muy importante para determinar los rasgos del dispositivo republicano que
hoy calza de maravilla en el EHU. Por otra parte ¿como relaciona la matriz
del EHU con la noción de una nueva historia imperial? En verdad me parece
que solo se lo puede hacer como una regresión teórica que equipara el
pasado, por ejemplo el Imperio romano, al presente. Esa no es la lección de
Gibbon.
Se que soy un poco caústico pero no le veo más que una eficacia relativa al
comparativismo imperial (tampoco los autores confian mucho en eso).
Estos son mis reparos.
Espero examinar con más detalle el asunto a mi regreso.
Un abrazo
Joaquín E. Meabe
Eduardo
el espíritu helénico es cierto ha trascendido los limites de Atenas pero creo cada civilización ha entendido y adaptado su propia versión. la misma roma es un ejemplo claro, claro Alejandro muere en el 323 ac y roma surge como imperio en el 14 ac, la pregunta del millón podría ser porque el espíritu helénico no prendió en Cartago, y si en roma, y porque no prendió en el imperio carolingio o en los godos arcaicos y si en el renacimiento..si adhiero con la idea de Weber de una necesidad racional de organización territorial y económica y un arquetipo mítico que es adaptado según esas condiciones reelaborado y aplicado en la figura del héroe. la tecnificación burocrática legal racional no comienza para mi en la ética protestante, sino en el mito griego de prometeo como bien ha señalado el Prof. Bauza. en resumen, como ha declarado Wolf y Grimmal de hecho roma ha importado ciertos aspectos de Atenas y ha enterrado otros, como por ejemplo el culto funerario. claro que existe una exacerbación cultural de la cultura helénica en las elite romanas de ciertas dinastías como por ejemplo la antonina, no en el caso de trajano sino de Adriano, Antonino Pio, Marco Aurelio y Cómodo. para Julio Cesar por ejemplo, los griegos en general eran dignos de desconfianza.. no así para Nerón Cesar o -de la dinastía julio-claudia-. es decir, como afirma Grimmal ciertos grupos privilegiados romanos adoptan como consejeros a los filósofos estoicos en ciertas épocas del imperio aunque no dudan en perseguirlos en otras.
Por otro lado, Weber tampoco supo ver como el culto germánico a las filgias y la predestinación se impusieron sobre la ética protestante, mucho menos la influencia helénico-romana en la conquista de América en ese proceso.. en el caso del titulo me gusta aun cuando no me declaro en condiciones de refutarlo o aceptarlo, sugeriría volver al titulo anterior... un abrazo.
Maximiliano Korstanje
Eduardo:
No entiendo muy bien el nuevo título. Me temo que ese nuevo título nos lleva a un nuevo escenario histórico inabarcable. Es conveniente tener en cuenta que en el mundo moderno la matriz estado es la plataforma básica y que en relación a esa plataforma básica se opera los colapsos que tienen efecto de demostración.
Si bien la noción de efecto de demostración se ha forjado en el contexto de los estudios del crecimiento económico para calificar aquellas conductas que copian el éxito en las relaciones económicas puntuales, sin por eso reproducir el mismo éxito resultante, creo que bien puede aplicarse al desarrollo de los estados y de los conglomerados de estados del mundo moderno.
Esto impone una previa discusión del fenómeno de los conglomerados multiestatales como las federaciones y los imperios. Creo que muchos imperios no son en realidad conglomerados múltiples sino solo una variedad de estados sobrextendidos con control centralizado y un hinterland sometido, tributario o colonail. Por ejemplo el Imperio Británico que es el principal modelo de los siglos XVIII y XIX y que, además, solo a mediados del siglo XIX adquiere el estatus de conglomerado de amplia sujeción a territorios, colonias y dependencias secundarias, es básicamente un estado territorial con una plataforma central de dominación localizada en la isla, donde operan los principales aparatos burocráticos, económicos, industriales, educativos, militares y financieros.
Si esto es así la cuestión nos lleva de nuevo al estado como cuerpo político en el que reside el poder de dominación que es la clave operativa del orden funcional que se conserva o colapsa.
En el caso británico despues de la revolución de 1688 el Estado Británico que es el modelo de estado económico burgués va a ser siempre un estado en el sentido de cuerpo político. A diferencia del británico el hispánico va ser un estado absolutista con una irresolución económica que va a correr pari pasu con la irresolución territorial.
Esta diferencia va a ser determinante en el caso de américa porque el problema de las colonias norteamericanas va ser un problema de ruptura política en el que las causas económicas solo van a cumplir una función accesoria.
En el caso ibeoramericano la ruptura va ser resultado de aquella doble irresolución a la que se le agrega el colapso sociopolítico de la monarquía imperial de manera que cuando se recompone el estado hispánico y el estado portugués tras la derrota de Napoleón esos nuevos estados ya no van a poder reconstruir la anterior trama territorial porque los nuevos poderes el los territorios iberoamericanos ya han dado el paso crucial hacia la formación de nuevos estados: han forjado un nuevo imaginario social instituyente del que dependen completamente y al que no solo adhieren sino en el que han forjado su propia nueva identidad.
No me niego a la nueva reformulación y al nuevo título que solo accesorio respecto de los nuevos agregados pero no quisiera perder la unidad temática del proyecto que el anterior título refleja con relativa eficacia.
Y la cuestión central para mi al menos sigue siendo: Metanastasis, colapso, fragmentación y reformulación consecuente del orden instituyente de los estados modernos a partir de las crisis de fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX y que se poryecta hasta la emergencia del estado homogéneo universal tras el derrumbe de la Unión Soviética en 1989. Son dos siglos de reformulación completa que hoy nos ha colocado en un escenario helenístico-alejandrino en el que la fragmentación resultante parece buscar un nuevo patrón de disciplinamiento global. la época alejandrina lo encontró en el Imperio Romano así como luego del colapso de la baja edad media el Renacimiento lo encontró en el Imperio Absolutista Hispánico.
Hay un enorme remanente en el mundo que excedería esta matriz básica tucidideana pero aun cuando el tamaño exceda el molde europeo lo que no deja lugar a dudas es que fue Occidente el ha terminando absorviendo todos esos remanentes y hasta los ha desnaturalizado en la absorción.
En esto seguramente Weber tenía razón al señalarlo en el prólogo a su Estudios de sociología de la Religión (equivocadamente se lo considera como prólogo a la Etica protestante): solo Occidente ha generado una historia en sentido tucididano y una economia racional lo mismo que un dispositivo de dominación y un orden burocrático asentado sobre un derecho racional legal. Yo agregaría que todo eso se ha tornado irresistible en la etapa del estado homogéneo universal a partir de 1989.
Entonces nuestra tarea histórica debe respetar las distinciones y nuestro proyecto debe servir para mostrar la emergencia crucial que tiene lugar tras los colapsos metanastasicos de los estados modernos y las ulteriores secuencias de las crisis metanastásicas y sus derroteros resultantes en los que toman cuerpo los imaginarios sociales instituyentes de las nuevas identidades hasta llegar al Estado Homogéneo Universal.
Es cronológicamente una secuencia de doscientos años (lo que parece poco en términos de historia tucididana) pero con una extraordinaria cantidad de sucesos que se deben ordenar y clasificar para poder colocarlos en sus respectivos lugares.
Es lo que hizo Tucidides con su Historia (hay que leer y releer el prologo o sea le capítulo primero del libro primero) y luego lo que trató de hacer Gibbon con Decline and Fall.
Todo esto es muy rápido y un poco desordenado pero creo que es necesario porque nuestro esfuerzo es el mas serio y completo que se está llevando a cabo para entender hoy como expresión histórica de aquello que la escolástica medieval denominada futuros libres condicionados o futuribles. Como toda historia es historia de cara a los futuribles nuestra controversia y nuestro título resultan esenciales para dejar el claro el horizonte demarcativo de su inteligibilidad.
Un abrazo
Joaquín E. Meabe
Querido Eduardo: Tobal ve cosas, y las ve bien. Ojalá pudiera decir que
tengo una respuesta para todo. Creo que la relación con Kojève está
expuesta con corrección en 'La naturaleza de la filosofía política', así
como la cuestión de la relación con Schmitt (que es la pauta para leer lo
que Strauss hizo con Hobbes). Respecto a Lucrecio, le he dedicado el
primer capítulo de mi 'Ecología de la cultura'. ¿No divulga Katz sus
libros en Argentina? Tobal apunta con precisión cuando alude al uso que
los discípulos de Strauss han hecho de su obra para llegar al poder: los
neocons. Yo discrepo de ellos y de la utilización que han hecho de su
obra. La comparación con Nietzsche es oportuna. Empecé a estudiar la
escritura constitucional americana como un paradigma opuesto al de la
persecución y el arte de escribir, y el contraste ha sido aleccionador
para mí y me ha permitido entender mucho mejor la obra de Emerson o de
Thoreau o de Lincoln, en la que la escritura constitucional alcanza una de
sus cimas. Si tiene un modo de agradecer a Tobal sus comentarios en mi
nombre se lo agradecería mucho. Estoy preparando una amplia reseña de la
nueva colección que la editorial Trotta ha sacado: La libertad de los
antiguos y los modernos, que incluye textos de Alfarabi, Boétie y
Constant. No me ha resultado difícil encontrar el hilo conductor entre
textos tan diversos en apariencia, y se lo debo a Strauss: los dos ensayos
que le dedicó a Alfarabi marca la pauta, que en este caso es la
persecución y el arte de escribir al que obliga. Pero no es una pauta
inalterable: la escritura constitucional ofrece la otra fuente de
consulta. Gracias por su nota, Eduardo.
ANTONIO LASTRA
Apartado de Correos 255
46183 L'Eliana (Valencia), España.
Tel. 962742030 / 699271396
E-mail: antoniolastra@latorredelvirrey.es
www.latorredelvirrey.es
www.latorredelvirrey.es/libros
Eduardo
Claudia Hilb [autora de Leo Strauss: El Arte de Leer, Fondo de Cultura Económica, 2005] me parece más dogmática o exegética, en el sentido de que estudia a Strauss relacionándolo consigo mismo, si bien resulta indispensable para acceder a Strauss, por lo puntilloso de su estudio, ella bloquea la interpretación en cuanto no lo deja salir hacia sus potencialidad literario filosófica; lo que sí permite Antonio Lastra [autor de La Naturaleza de la Filosofía Política. Un ensayo sobre Leo Strauss, Universidad de Murcia, 2000]. Si uno le respetara el método a Hilb y además fuera empeñosamente aplicado, desembocaría en una erudición que nos capacitaría para, después de un tiempo, enseñar a Strauss en la escuela secundaria. Hay un cuestión a averiguar: la relación o el coqueteo de Strauss con Schmitt. ¿En qué punto la filosofía política se convierte en una herramienta o un auxiliar para la dominación?, ¿en qué punto, por ejemplo, la física fue auxiliar para la construcción de la bomba atómica? Recordar el arrepentimiento de Einstein. Coincide eso con la crítica que Strauss hace a Hobbes, respecto a la ambiguedad de su explicación de la forma que los humanos tuvieron originariamente de organizarse (Hobbes habría sufrido una incoherencia interna cuando accedió a Galileo; pero en su teoría queda suelta la relación con la ciencia, que, sin embargo, Spinoza había logrado, confrontarlo con en el diccionario de Ferrater Mora en artículo referido a Spinoza: "El bien es lo que favorece la tendencia a perseverar en su ser, el mal es, por el contrario, lo que se opone a dicha tendencia. Así, no hay otra virtud que la de conformarse con la naturaleza, lo que equivlae a conformarse con la razón". Confrontar eso con la omisión que, según Strauss, Hobbes realiza en la definición de la virtud, lo que daría razón a los que consideron a Hobbes como un justificador teórico del absolutismo. Habría que develar si Strauss sufre de alguna carencia cuando crítica al igualitarismo de la Ilustración. La jerarquización previa (teológica) de valores dejaba ordenado al mundo; la visión de Spinoza favorece el paso al criterio científico, y a la consideración del universo como un todo, sujeto a una unidad, sin perjuicio de la diferenciación del espíritu humano. Para Strauss, el paso que da la Revolución francesa facilitaría el caos, o sufriría una petición de principio, en cuanto la elevación del individualismo que tolera también la intolerancia. Pasaríamos de la dictadura aristrocrática a la dictadura de los oportunistas, léase Napoleón, un gigante del oportunismo que deviene dictador impostor aristocrático, que dominando la retórica revolucionaria, organiza, sin embargo, el mundo burgués bajo el Código Civil de 1804. Para seguir pensando, me parece esencial conseguir el texto de la polémica entre Kojeve y Strauss, lo que permitiría incluir a Hegel; y el paseo que hizo Strauss sobre la poesía de Lucrecio, lo que permitiría acceder a la concepción del mundo de la república literaria, viendo si la misma suplanta o no la jerarquización existente previamente a la revolución francesa y pienso veríamos cómo se ven las cosas desde el constitucionalismo norteamericano. ¿Era una mera retórica? Habría que verificar si con Strauss hicieron lo que los nazis con Nietszche. Abrazo.
Carlos Tobal
Eduardo:
Esa es una pregunta muy buena. En verdad ni en Tucídides ni en Platón y menos aun en Aristóteles puede localizarse algo parecido a una idea de equilibrio de poder.
La noción por otra parte es moderna y se construye pari pasu con el establecimiento de los estados territoriales modernos y cuando el espacio geográfico es conquistado completamente por Europa Occidental y las posibilidades de expansión quedan saturadas o bloqueadas por límites territoriales irrebasables y por la ampliación del conglomerado de cuerpos políticos poderosos y variados.
En la antigüedad no existe el presupuesto para el equilibrio de poder que es el límite como estatuto sociopolítico y como demarcación geográfica. En las sociedades antiguas no hay límite para la expansión del poder de dominación de una polis, de un reino o de un imperio, de manera que no se impone una exigencia de compensación recíproca por limitaciones territoriales. Y por eso en la antigüedad la confrontación originada en disputas por ámbitos de poder superpuestos dentro de espacios de influencia común como ocurre con el Imperio Ateniense y Liga del Peloponeso en la Grecia Territorial lleva a la Guerra del Peloponeso. O sea que tras el límite del poder de dominación en la antigüedad está siempre la guerra. Y solo la guerra o la violencia dirime el antagonismo. Lo que en interior de la polis es violencia en el exterior es guerra. El caso interior paradigmático es Sócrates. El caso exterior ejemplar es la Guerra del Peloponeso. Ambas series son correlativas y ambas se implican recíprocamente.
En cambio en el mundo moderno, a partir del siglo XVI en Europa Occidental, se inicia una nueva modalidad que edifica un espacio intermedio entre el límite territorial del poder y la guerra y ese límite es el espacio de equilibrio de poder que no es más que una forma de neutralización recíproca transitoria que se impone dentro de un espacio territorialmente saturado que ya no permite ninguna expansión ilimitada como la de Alejando o la del Imperio Romano. En verdad el equilibrio de poder no es es un equilibrio sino una impasse y se mide en términos temporales y no físicos aunque los teóricos de la razón de estado lo ven desde este segundo punto de vista y como un juego de fuerzas y amenazas recíprocamente neutralizadas. Pero lo importante el tiempo que dura la contención recíproca (pueden ser meses o años o incluso décadas o más aun). Y en ese tiempo la tensión se mantiene hasta una de las partes cede. Por eso el tiempo es la clave de la propia acción. El que mide su propio tiempo es en definitiva el que se impone porque es el que puede encontrar la oportunidad. Es lo que hizo Inglaterra con la Francia Napoleónica y lo que hizo Talleyrand con los vencedores en el Congreso de Viena.
Es así como yo veo la cuestión. De todos modos el asunto da para una amplia averiguación. Parece entonces que en la antiguedad el horizonte político estaba demarcado por el espacio ilimitado y en el mundo moderno por el tiempo limitado.
Joaquín E. Meabe
Eduardo
Me pareció muy buena. Ahora bien aunque hay una tendencia relativamente justificada orientada a uniformar todo bajo la etiqueta de fascismo es evidente que se trata de fenómenos diferentes. Y allí hay que tener en cuenta la proyección ulterior que tiene continuas reproducciones en el nazismo en tanto que el fascismo como tal concluyó en la República de Saló.
Estoy preparando una ampliación de todo esto. Y allí hay un fenómeno que suele pasarse desapercibido que es el caso de la Francia de Vichy tan bien retratada por Robert Paxton.
Creo que la persistencia del imaginario segregacionista nazi justifica algún examen de detalle pero habría que conectarlo con sus diversas reproducciones que recontextualizan los nuevos modos de segregación étnica y adscritiva como ocurre con la peculiar forma de neonazismo que se registra no solo en Europa sino incluso en Israel. Allí como con el fanatismo musulmán hay mas bien una integración dentro del imaginario respectivo de ese elemento crucial del nazismo que para mi es una combinación de pureza adscritiva y fideísmo totalitario.
Esta matriz es, para mi, transversal a los diversos grupos humanos territoriales.
Y veo alli una identidad idealizada y representada por esos dos componentes combinados:
1) la pureza adscriptiva (supuesta pureza racial combinada con una imaginaria superioridad de pertenecia [esto es lo que llamo pureza adscritiva porque su rasgo esta dado por la sublimación de rasgos de identidad relacionados con una línea de linaje arbitraiamente diseñada a partir de un imaginario árbol parental que a su vez se imagina como el tronco principal y superior de la especie]).
2) el fideismo totalitario (el programa de hegemonía excluyente orientado a destruir todo lo que cae fuera de su límite estatutario).
El fascismo italiano o la expansión hegemónica japonesa no parece calzar con este patrón de base del nazismo cuya reproducción resulta posible porque sus componentes tiene una singular capacidad adaptativa de la que, al parecer, carecen los otros exponentes de la cuarta ola metanastásica. Esto se ve claro en el hecho de que podemos llamar nazi a Osama Bin Laden pero no fascista y lo mismo ocurre con el Kukluxklan o con la extrema derecha israelí cuyo programa del Gran Israel combina fideísmo totalitario y pureza adscriptiva. Si esta caracterización es exacta el peronismo de los años 1945-1955 no puede asimilarse al nazismo porque en ese movimiento no se han dado ni pureza adscritiva ni fideísmo totalitario, aunque el autoritarismo haya sido muy fuerte y muy extendido. Y tampoco le cabe el encuadre de fascista porque carece de aptitud y dirección expansionista. Pero esta es otra discusión en la que la cosa empieza por la colocación del fenómeno peronista en el tablero mundial, que es lo que estamos haciendo.
Por lo visto nuestra reformulación impone numerosas reformulaciones para que el cuadro de la trama de relaciones recíprocas conserve su inteligibilidad.
Joaquín E. Meabe
Eduardo:
El trabajo de Baladier es formidable y permite conectar la metamanstasis y la cuestión del desorden con la teoría del caos.
No se porque Baladier omite las teorias de René Thon y Chistopher Zeman (Quiza porque estos provienen de las matemáticas y de la biología). Sin embargo cita a Progogine y, desde ya, el libro es magnífico, pero se tiene que relacionar su examen del desorden con los presupuestos del caos como lo hace la teoria de las catástrofes. Voy a hacer un paper sobre eso. Voy a buscar ademas los libros de René Thom (solo tengo algunos artículos de Thon y el libro de Woodcock y Davis). Creo que algo de Thon está publicado en Gedisa. Tambien habría que ver lo de Christopher. Zemman, en especial Catastrophe theory que es una selección de 1977 que lamentablemente no tengo.
En realidad lo que nosotros hemos estado haciendo es una morfogénesis en el sentido de Thom y de Zeman que ellos aplican a las matemáticas (aunque hay divergencias entre Zeman y Thon) y nosotros a la historia.
Pero, la verdad es que nosotros vamos un poco más alla de la mofogénesis; pero coincidimos en el hecho que de nuestra búsqueda de inteligibilidad histórica se orienta a explicar la estabilización que ha seguido al desorden originado en la implosión instituyente que ha tenido lugar cuando se revoca y se reorienta la obligación política tras el derrumbe metanastásico del orden insttituyente que colapsa.
La tesis de Thon de que la vida transmite estabilidad pone de manifiesto una dirección conforme a la cual deben examinarse los factores que torcen o pliegan las secuencias y dan lugar a las transiciones discontinuas cuyo resultado inesperado luego fija el resultado como pauta necesaria con completa desatención al origen.
Para las ciencias eso puede resultar oportuno (aunque no lo parece) pero para la historia es por completo inaceptable porque solo el conocimiento de los cursos precisos torna inteligible el conjunto de sucesos que, luego, cuando se estabilizan tienden a desentenderse de su etapa formativa, sobre todo cuando la consumación impone priviligiar los aspectos que sirven de justificación al orden de dominación, establecido ya como orden instituyente efectivo y del que dependen los tratos de poder, los privilegios estatutarios o materiales y los intereses en juego.
Joaquín E. Meabe
UNNE-Corrientes
Eduardo:
Aquí hay, desde ya, un arduo problema de demarcación histórica que se debe tomar con cuidado.
Pero no parece imposible desarrollar un patrón comparativo que siempre es provisorio y que sirve, en todo caso, para buscar uniformidades donde generalmente el material se presenta remiso a cualquier esquema clasificatorio.
No obstante y, en orden a la organización institucional de los imperios y a las modalidades con las que se establecen, en cada caso, las reglas de obediencia y de como se manifiestan los permisos de que dispone el gobernante, la comparación puede intentarse en el plano de los estatus de Jellinek (activo, pasivo, positivo, negativo) para comprobar luego si, en el ejercicio o en las adaptaciones que se derivan de esos estatus, la sujeción puede imputarse o no al conjunto del conglomerado poblacional tributario y extraterritorial formado por dominios sometidos o asociados o staatsfragmentes o de territorios simplemente tributarios o apenas relacionados por acuerdos puntuales. Esto es lo que ocurre con el Imperio Otomano y con el Imperio Austro-Hungaro que son, en principio algo más amplio que unos meros estados-naciones al estilo de los países escandinavos o los Países Bajos. Creo que aquí la economía como tal cuenta poco y un buen ejemplo es el de la China actual con un país dos sistemas.
La diversidad económica del Commowealth Británico con sus varias mezclas de capitalismo concurrencial y socialismo fabiano que tiene un claro sesgo estatista en Canada y una modalidad liberal en Australia cuyo más delicado equilibro se ve en Inglaterra que, que a su vez, tiene ademas sometida a Irlanda del Norte a una suerte de estatuto colonial apenas disfrazado.
Por otra parte la metanastasis postcomunista entre los tributarios del Imperio Soviético casi carece de elementos de causalidad económica.
En suma no creo que el capitalismo resulta el rasgo ni la pista principal de la transformación. Tanto en los orígenes como en los estadios metanastásicos los factores parecen ser otros (identidades conflictivas, desobligación fundada en la fidelidad o infidelidad adscriptiva, racial o religiosa).
Ahora bien, en la medida en que la extensión de la obligación política excede el núcleo de un cuerpo político y resulta extensiva a unidades periféricas (estados asociados, colonias, territorios controlados, etnias o grupos fideistas sometidos que conservan su identidad segregativa en determinados espacios territoriales marginales, principados o provincias o lands asociados o incorporados bajo convenios o acuerdos a término y otras modalidades puntuales de asociación de staatsfragmentes dependientes del núcleo estatal hegemónico) habría que considerar al conjunto como un imperio en el que las partes accesorias se encuentra sometidas al poder estatal dominante y hegemónico que por ejemplo en el caso del Imperio Soviético era El Partido Comunista de la URSS o sea el PCURSS.
Todo esto es provisorio y aproximado y espero que ayude a entender mejor el tremendo problema que has planteado. No espero que esta sea una respuesta completa y precisa porque habría que examinar todo esto confrontando los hechos y modalidades en su secuencia progresiva.
Joaquín E. Meabe
UNNE-Corrientes
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