A los efectos de quebrar la corrupción Kirchnerista en las filas de la ciencia argentina (CONICET, Agencia) formulé en el pasado, en todas las instancias administrativas y judiciales, detalladas y concretas denuncias puntuales, con nombres, apellidos y montos dinerarios, sin lograr que las autoridades judiciales tomaran cartas en el asunto.
Más aún, esas mismas denuncias las elevé a todos los órganos periodísticos de la gran prensa argentina, sin tampoco lograr que ninguno de ellos se hiciere eco de las mismas. Últimamente, y en vísperas electorales, recurrí a las autoridades de ARTEAR (Carlos de Elia) y a la persona de Jorge Lanata en Radio Mitre (a donde concurrí y fui recibido por su equipo de producción), sin tampoco lograr que se propalara mi denuncia. Finalmente, me comuniqué con Radio Continental, y dejé sendos mensajes en los sitios y correos electrónicos de Magdalena Ruiz Guiñazú, sin tampoco lograr respuesta alguna.
Necesariamente, debo concluir que los voceros de la gran prensa argentina se han complotado para encubrir los desmanejos fraudulentos del Ministro Barañao en lo que respecta a la distribución de mil millones de dólares correspondientes a los préstamos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) entre el 2003 y el 2010.
La gravedad de este encubrimiento es inconmensurable porque se trata del presente y el futuro del conocimiento científico argentino atrapado en las telarañas de la corrupción y el amedrentamiento generalizado.
El periodismo argentino, en todas sus instancias, se ha hecho cómplice de esta vergüenza, en su afán de perpetuar los privilegios de sus Niembros y Amadeos (léase Luis Alberto Romero y Marcos Novaro). Estos últimos son los que monopolizan las obsoletas líneas de investigación vigentes y los que les dictan a nuestros periodistas quiénes son los que pueden acceder a sus micrófonos y pantallas.
En su ceguera hegemónica, la gran prensa argentina se conforma con usufructuar las libertades de prensa en beneficio propio, sin dar participación alguna a las voces críticas y a las víctimas de la persecución institucional implementada por el mandarinato dominante en la ciencia argentina.
Una vez más, la gran prensa argentina calla las voces de quienes han venido luchando contra las tinieblas de la corrupción.
Eduardo R. Saguier