Eduardo R. Saguier, Ph.D. Investigador del CONICET-Historiador
Preguntábamos ayer en POPULISMO SIN CORRUPCION O REPUBLICA SIN POPULISMO
si los dirigentes políticos y los periodistas conocían que un centenar de funcionarios de la Agencia (ANPCYT) se asignaron a sí mismos durante la gestión Kirchnerista cuantiosos subsidios de investigación pertenecientes a un préstamo del BID (U$S 1240 millones entre 1997 y 2010)? Amén de los funcionarios que cobraron subsidios de investigación preguntábamos también ¿si acaso conocen que muchos de los beneficiarios de dichos subsidios operan a su vez como asesores de dirigentes opositores o como colaboradores periodísticos en los grandes medios? No obstante lo grave de dichas imputaciones, que se vienen formulando en la red y en sede judicial desde hace ocho (8) largos años, nadie en el establishment político y periodístico se dio por aludido. Es el momento entonces de entrar a preguntarnos si en verdad no existe por parte de estos últimos un contubernio tácito con los delitos infructuosamente denunciados. Toda la conducta por ellos desplegada parece confirmar esta hipótesis. Un insistente comportamiento censor y negacionista de los ilícitos querellados e injustamente archivados en 2011 por la Cámara Federal Penal (Cattani, Irurzun, Farah) constituiría la prueba más palmaria de la complicidad sospechada. Pero si esa hipótesis acusatoria no fuere confirmada, cabría aún preguntarse si es posible derrotar el modelo Kirchnerista cuando en el programa opositor y en la grilla periodística no se incluye el drama de una comunidad científica contaminada por cuatro (4) factores letales fusionados: a) corrupción administrativa (auto-subsidio de funcionarios); b) endogamia clientelística (contratación de docentes que se gradúan en la misma institución contratante); c) corporativización evaluatoria (jurados por pares y no por sabios); y d) analfabetización científica y filosófica (especialización científica preñada de anémica y desactualizada ilustración). Este cuadro entre explosivo y grotesco al que hay que añadir el miedo y el silencio generalizados viene desmoronando las instituciones científico-docentes del país, derramando su negativo impacto en todo el espectro educativo, con derivaciones insospechadas en múltiples esferas de la sociedad civil y política, que incluyen a los poderes judicial y legislativo, y por cierto también al cuarto poder. Sin embargo, ocurre que en la cartelera mediática, dicho conjunto de patologías que contaminan el archipiélago cultural (científico, académico y universitario), viene siendo eclipsado por la corrupción en la obra pública Patagónica; y so pretexto de la diferencia en el monto de sus cifras, la última desplaza al primero. Ocurre también que el drama de la corrupción económica está siendo desplazado de la cartelera mediática por el escándalo institucional que significa la reforma judicial; y so pretexto de la prioridad de esta última, toda referencia a la primera viene siendo postergada indefinidamente. De tal forma, las prioridades de la cartelera mediática vienen marcando la agenda política, desplazando de la opinión pública y de la mira opositora aquellos infortunios que socavan el porvenir cultural del pueblo, cuya construcción y competitividad a escala internacional –que en el pasado fuera una expectativa esperanzadora– se ha vuelto cada vez más quimérica e ilusoria. Pareciera entonces que mientras el gobierno hostiga a la oposición en todos los frentes imaginables, el establishment del arco opositor no peronista, desde el PO al PRO, y desde el FAP a la UCR y la Coalición Cívica; así como el arco mediático televisivo (desde A Fuego Lento y La Cornisa a Desde el Llano y PPT, o desde A Dos Voces, Le Doy mi Palabra y Hora Clave a El Juego Limpioy Palabras más, Palabras menos), vienen minimizando la tragedia política a sólo un par de frentes, el del caso policial de la corrupción patagónica, y el del inconstitucional caso de la reforma judicial. Este reduccionismo programático ha confinado el análisis político y periodístico en una trampa mortal, de la cual ninguno de sus actuales protagonistas ha evidenciado la voluntad reformista ni la conciencia transformadora indispensable para poder sortear aquella con éxito. Esa trampa mortal es el camino de Damasco que la oposición y el periodismo crítico se niegan a emprender congelándose en las telarañas de eventos policiales y debates jurídico-constitucionales, cuyo árbol les impide ver el bosque y discutir un temario y un proyecto histórico progresista que cautive la pasión y el interés de la juventud estudiosa, universitaria y científica del país. |