Por Eduardo R. Saguier

 

En todos estos tristes casos, las administraciones de los subsidios por parte de las oficinas respectivas (ANPCYT e INCAA) han venido operando como verdaderos sobornos para silenciar el vaciamiento y desactualización de la infraestructura artística, científica y técnica del país. La enigmática indiferencia de los políticos y de los analistas de los medios masivos se blanquea cuando se descubre que entre los sobornados por la ANPCYT se encuentran algunos de ellos mismos así como sus propios asesores, colegas, parientes y socios; con lo cual su previa indiferencia se ha tornado ahora en un encubrimiento doloso y en algunos casos paradigmáticos en una abierta complicidad.

Las interpretaciones que han brotado recientemente en distintos programas periodísticos (Castro, Grondona, Morales Solá, Leuco, Lanata, Eliaschev, Majul, etc.) para explicar la catástrofe Platense y la desnudez del estado argentino han girado alrededor de distintas motivaciones económicas, políticas, sociales e ideológicas (Carrió, Iglesias, Lozano, Stolbizer, Pagni, Kovadloff, Aguinis, Fraga, Bergman, Novaro, Cabanchik, etc.).

Entre ellos hay quienes han resaltado el oportunismo de políticas que sólo apuntaron a triunfar en las elecciones más próximas, otros han resaltado el corto-placismo de políticas destinadas a lograr el pleno empleo, otros el vuelo de perdiz de quienes privilegian el consumo por sobre el ahorro y la inversión, y otros el escándalo de la corrupción de la clase dirigente. Finalmente, hay quienes han destacado la incidencia que tiene el desinterés por la educación de vastos sectores de la juventud que hoy por hoy, ni estudia ni trabaja.

Esas críticas al sistema educativo se centraron en combatir el déficit educacional del nivel primario en menoscabo del debido cuestionamiento a los niveles secundario y superior. Pero pocos o ninguno han puesto el énfasis en el escandaloso estado de la investigación científica y artística argentina. No se ha escuchado en esta larga década que los políticos opositores o los programas políticos en los medios masivos se hayan volcado al análisis del aparato burocrático destinado a la investigación científica y artística en las distintas esferas del conocimiento.

Pareciera como que a los analistas de los medios masivos y a los políticos oficialistas u opositores les importa poco como se distribuyen los fondos oficiales para la investigación científica y la producción y exhibición artísticas. A los medios masivos les interesa más luchar por la pauta publicitaria oficial que debatir acerca de como se debe tratar dicha investigación.

Hoy, con las sucesivas tragedias de Cromagnon, Once y La Plata, la prensa y la burocracia recién toman conciencia de la relevancia que tiene la infraestructura física para la supervivencia, seguridad y felicidad de la población, y que por ende la culpa en esta última tragedia no la tiene el clima o la tormentosa nube (cumulonimbus) sino el criminal tratamiento que los gobiernos y los empresarios hacen del suelo, del espacio geográfico y de la cuenca hídrica.

Así como el pueblo viene observando la inescrupulosa manipulación política que el gobierno practica del auxilio a las víctimas, también ha comprobado en carne propia la endeblez trágica de dicha infraestructura. El Servicio Meteorológico Nacional está en peores condiciones que cuando Sarmiento lo administró allá por 1874, pues carece de suficientes radares y estaciones recuperadoras de información climatológica (ver Canziani). La red ferroviaria se encuentra abandonada y gravemente obsoleta. La re-socialización de excarcelados yace en la orfandad más absoluta y peligrosa. La urbanización de pueblos y ciudades carece de planificación territorial y viene ignorando la amenaza medioambiental que significa la insuficiencia y desactualización de las redes pluviales y cloacales, así como la irresponsable diagramación de terraplenes y autopistas, verdaderos diques o muros de contención en los que escasean los canales aliviadores para el caso frecuente de inundaciones o diluvios.

Si a todas estas miserias puntuales de la infraestructura del estado le sumamos la responsabilidad de la intelectualidad, es decir el amordazamiento de su elite científica y artística por el temor que cunde cuando se reprime a quienes denuncian la corrupción en sus filas, el cuadro vigente se vuelve notoriamente más escandaloso. Vaya como botón de muestra, y en contraste con el tratamiento del resto del gabinete, la condescendencia con que los analistas de los medios masivos se refieren a los ministros del ramo (vgr.: Barañao y Coscia). Y si a ello también le agregamos la complicidad del Poder Judicial (cámara federal penal de por medio) en el silenciamiento y archivo de las denuncias interpuestas ese cuadro escandaloso se torna peligrosamente criminal y suicida (ver Obsecuencia de los Jueces al poder político en Argentina).

En efecto, la amenaza de disolución se cierne sobre cualquier sociedad cuando su elite intelectual y artística, con o sin la complicidad de la dirigencia política, periodística y judicial, le oculta al pueblo la verdad de las falencias estatales o fracasa en anticiparle contingencias catastróficas o en minimizarle los factores de riesgo de índole política, cultural, social o natural. En ese sentido no se descarta que hayan existido o puedan llegar a existir fracasos de los responsables en la predicción, prevención, mitigación, alerta y socorro de desastres urbano-edilicios, socio-delincuenciales, climático-ambientales, geológico-sísmicos o biológico-médicos (ver el caso precedente de la Crotoxina).

En todos estos tristes casos, las administraciones de los subsidios por parte de las oficinas respectivas (ANPCYT e INCAA) han venido operando como verdaderos sobornos para silenciar el vaciamiento y desactualización de la infraestructura artística, científica y técnica del país (bibliotecas; laboratorios; archivos; bases de datos; centros de documentación satelital, estadística, geodésica, catastral y cartográfica; y observatorios meteorológicos, sismológicos, geofísicos y epidemiológicos). Pero la enigmática indiferencia de estos políticos y de estos analistas de los medios masivos se blanquea cuando se descubre que entre los sobornados se encuentran algunos de ellos mismos así como sus propios asesores, colegas, parientes y socios; con lo cual su previa indiferencia se ha tornado ahora en un encubrimiento doloso y en algunos casos paradigmáticos en una abierta complicidad.

Las derivaciones morales de este silenciamiento en el seno de la comunidad científica y artística nacional tienen secuelas cancerígenas. Cuando una sociedad pierde la voz y el espíritu críticos de quienes se supone que poseen una responsabilidad intelectual mayor, el horizonte ético agoniza, el conocimiento se oxida y la esperanza del pueblo se extingue.