Buenos Aires, 2 de junio de 1977
Al Exmo. Señor Presidente de la República y Comandante en Jefe del Ejército Tte. Gral. Jorge Rafael Videla S / D De mi consideración: EDUARDO RICARDO SAGUIER, con domicilio en Castex 3585, piso 8º A, de esta Capital Federal, CI/No. 4.784.575—de la Policía Federal, se dirige al Exmo Señor Presidente a los efectos de comunicarle la siguiente circunstancia: Que en el día de la fecha, siendo aproximadamente las 3 horas irrumpió violentamente mi domicilio una comisión que se auto-tituló perteneciente al Ejército Argentino, quien luego de maltratar de palabra y de hecho a mi Sra. Madre Doña Susana Angélica de Elia de Saguier y a dos empleados de mi casa, procedió a atarme las manos a la espalda y a vendarme los ojos. Acto seguido, continuaron forcejeando con mi Sra. Madre al extremo de amoratarle el cuerpo y encerrarla en un baño, de donde la misma prorrumpió en fuertes gritos de auxilio que por el silencio de la hora, deben de haber sido perfectamente audibles en toda la vecindad, incluido por supuesto los pisos superiores e inferiores al nuestro, dado que dicho baño tiene frente a la calle. Después de un prolongado asedio y frente a la imposibilidad física de acallar a mi madre, encerrada en el baño, se dieron finalmente por vencidos y abandonaron mi casa desatándome previamente las manos y la venda de los ojos. Al instante se hizo presente por la puerta de servicio el Jefe de la custodia del Coronel Morelli, quien habita en el piso 12 del mismo edificio, interesándose por la integridad física de los habitantes de mi departamento. En virtud del interés demostrado mi Sra. Madre se le apersonó al Sr. Coronel Morelli en su casa increpándole el procedimiento sufrido, a lo cual el mismo argulló que su propia guardia personal había sido “copada” y que él pensaba que venían a detener a su persona; a renglón seguido mi Sra. Madre le señaló la contradicción que implicaba la circunstancia de que, si realmente hubiera sido copada tal como lo relataba cómo es que al segundo de retirarse los intrusos por la puerta principal, su propio Jefe de Custodia se apersonó a nuestro Dpto. libre de ataduras y tal como si no hubiera pasado nada. Toda vez que el Sr. Coronel Morelli posee una custodia que cuida permanentemente su vivienda, este episodio se torna altamente sugestivo, y pone en duda la eficacia y seriedad de los custodios que guardan a nuestros funcionarios. Por último, cabe una reflexión acerca de las motivaciones que movieron a los sujetos que asaltaron mi vivienda. Excluidos los motivos de simple robo, por razones obvias, es evidente que este episodio apunta a mi condición de militante político al servicio de los ideales republicanos y democráticos –los mismos que Vd., Sr. Presidente, exalta públicamente—dentro de las filas de la Unión Cívica Radical, la agrupación de más larga y probada militancia política democrática del país, o acaso a mi condición de historiador e investigador, reconocida internacionalmente, y que desarrollo diariamente en diferentes centros documentales, pero fundamentalmente en el Archivo General de la Nación, adonde concurro diariamente, y donde me encuentro a disposición de cualquier autoridad investigadora, con la absoluta convicción de mi comportamiento honesto, digno y pacífico, donde además podrán escuchar mis ideas expresadas en voz alta, que es como he actuado y hablado a través de mi vida. Este es mi aporte para la solución de los problemas y dramas del país. Denunciar los hechos bochornosos, afrontar las situaciones difíciles pudiendo huir de ellas, quedarme. Es también mi contribución a las ideas que el Exmo. Sr. Presidente ha anunciado públicamente, en especial en su último discurso del día 29 de mayo último. Dios guarde al Exmo. Sr. Presidente Eduardo R. Saguier (Un Sello circular con el borde marcado con celdas numeradas del 1 al 24, y en su centro dice: Presidencia de la Nación-2 junio 1977-Mesa General de Entradas y Salidas) PD.: Esta denuncia fue escrita y dactilografiada el mismo día del asalto nocturno, y pasada en limpio por el correligionario Dr. Emilio (Buby) Fisher, por cierto sin haber podido conciliar el sueño, y entregada en mano en la sede Presidencial de Balcarce 50, donde fui recibido por cuatro oficiales de la Policía Federal y del Ejército que portaban anteojos oscuros, quienes leyeron el documento que traía y me interrogaron acerca de mis amistades. A los mismos les expresé que yo era amigo personal del Dr. Jorge Horacio Teste, quien se hallaba desaparecido desde el mes de noviembre de 1976. Dichos oficiales acusaron recibo del documento con el sello presidencial. Posteriormente, con las copias del documento sellado fui por las redacciones de todos los periódicos capitalinos con el ingenuo objetivo de su publicación. Al primero que acudí por sus cercanías geográficas fue a La Nacion-Tribuna de Doctrina, donde fui recibido por el ahora extinto Sr. Miguel Torres Duggan, mano derecha del Director Bartolomé Mitre. De mas está decir que mi denuncia no fue publicada. También concurrí a la sede del diario La Opinión, en la calle Zepita y Velez Sarsfield, donde la entregué al Sr. Leopoldo Moreau, mano derecha de su director el General Teófilo Goyret (había entrado a trabajar en dicho periódico por pedido de Alfonsin a Timmerman). Moreau, quien me conocía de la militancia en el Radicalismo, me recibió parado y me expresó “rapidito, rapidito, que me espera el General”. Milagrosamente, conservé la denuncia, que estaba tan bien guardada que recién la pude descubrir anoche. Finalmente, volví sobre mis pasos por las Avenidas Vélez Sarsfield y Entre Ríos y recalé en las oficinas del Comité Nacional, donde conté lo que me había sucedido al Secretario del partido Enrique Vanoli, y a la custodia policial de Balbín, que se encontraba en la antesala, y que estaba anoticiada de lo ocurrido por haber estado involucrado en el incidente el Jefe de Coordinación Federal Coronel Morelli. Dichos custodios me interrogaron a su vez, a quienes les confié más detalles que no estaban en la denuncia escrita, como ser la forma en que los lumpenes que invadieron mi domicilio se comunicaban entre sí con grados militares, sin la preposición personal del “mi”, lo cual les produjo una verdadera e ingrata sorpresa, por la catadura de los reclutados y la forma en que los estaban instruyendo. Pese a la recomendación de cambiar de domicilio y modificar mi rutina diaria, continué con mis mismos hábitos hasta que pude irme del país. La denuncia de estos hechos fueron tambien formuladas en la CONADEP, a pedido de los oficiales instructores del organismo luego de haber escuchado mi relato. Eduardo R. Saguier |